lunes, diciembre 05, 2005

VENDO MI ALMA

Voces que vagan perdidas
sin esperanza alguna,
actores muertos de una
historia tan espantable,
de mujer inevitable
con brillo de luz de luna



Pues resulta que un día en que andaba de vena, mi buen amigo Gerardo Ma. (a) "tlacuiloco", decidió poner en venta su alma. Así nomás. Subió un anuncio que decía: "VENDO MI ALMA" en un foro público y se sentó a esperar.

De inmediato empezó a recibir respuestas y de pronto le llegó una propuesta concreta de una mujer que estaba interesada en quedarse con su alma. No sé cómo estuvo la negociación pero ella usó todas sus artes y se quedó con el alma gerárdica y se fue sin pagar. El Tlacuilo se quedó sin una cosa y sin la otra. Tal vez de allí venga el desenfado genial y la irreverencia absoluta de sus dibujos.

Al poco tiempo decidió abrir otro foro para platicar sus aventuras desalmadas a todos aquellos incautos que cayeran en la trampa de su bien articulada y divertida narración.

Por allí apareció una misteriosa mujer llamada Luna que, entre otras cosas extrañas entraba y salía volando por las ventanas y que, además de ultrajarlo impunemente, trabajaba en una oscura organización de propósitos insólitos.

De la manera más sorprendente comenzaron a aparecer por todos lados más y más desalmados que de manera urgente contaban sus aventuras y los pormenores de su desalmación.

Esto ya era demasiado sospechoso. No podía haber así como así tanto loco suelto por el mundo . Había algo raro en todo esto...

Todo parecía parte de una campaña muy bién organizada.

Esta es mi historia.

Nota: aunque esto es un blog, la historia a continuación se lee de la manera natural, es decir: de arriba para abajo.




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Ubi Sunt


al pk

Fulgor helado derrama
la luna sobre el estero,

con un resplandor cenizo,
con frío aliento de hierro.

Camino de curso ambiguo
en los confines del tiempo,
que he de trasponer jadeante
entre las lenguas de fuego.
Sorpresas que paso a paso
aparecen en mi cielo,
destino insaciable el mío,
ir al borde del sendero.
Pero es tan sólo pasado,
delirio del pensamiento,
voluta fugaz escrita
al envés de mi recuerdo.

*

*
Y dónde están los niños de mi infancia,
los juegos en las calles de mi barrio,
las horas de la escuela y las niñas
vestidas del color de la añoranza.

No sé dónde quedaron los amigos,
los libros que leí en ese entonces,
las buenas discusiones del café,
las noches de vigilias azarosas.

Qué fue de las muchachas del colegio,
sus faldas diminutas en la calle,
las risas contagiosas del septiembre
pasado por agua. Qué cosa ésta.
Entiendo que al final el inventario
es puro escarbar en la nostalgia
*

*
En dónde están las noches del ensueño
que estuve adormilado en tu cama,
y dónde se quedó aquel deseo
que mi alma entre tus manos estrujaba.

Dejé la vacuidad del pensamiento
oculta en el calor de tus mañanas,
perdido entre los rizos de tu pelo
que borran los contornos de tu espalda.

Qué ha sido del olor de tus encuentros,
qué ha sido del rumor de tus pisadas,
qué fue de las caricias y los besos
que ayer sobre mi cuerpo derramabas,
No queda ni la sombra del recuerdo,
no queda ni un suspiro, apenas nada.
*

*

Qué ha sido del recuerdo tan lejano
que pierde entre la niebla su contorno,
que fue del parapeto y el adorno
que hundió aquel recuerdo en el arcano.

No hay vuelta al pasado, y no es en vano,
(ni está para hacer panes hoy el horno),
es mágico el momento y el entorno
que vuelve al recuerdo un bien cercano.

La vida nos presenta en su momento
las cosas que vivimos sin sentirlo,
y ya cuando podemos percibirlo
nos vamos enterando que es pasado.
Qué bueno que los dioses nos han dado
la gracia sin final del pensamiento.

*
*

Si dejo de pensar en el pasado,
no encuentro ni presente ni futuro
y floto en ese viento frío y duro
que vaga por la noche desolado.

Es duro rescatar lo olvidado
y mucha la nostalgia. Si me apuro
veré, entre espirales de sulfuro,
al diablo que me tiene aprisionado.

Bendita soledad, placer mundano
la bruma que agradezco sometido,
es puro sentimiento reprimido
la brisa que me lleva de la mano.
O acaso este recuerdo es el arcano
que debo de vivir con un sentido.



Imagen: Tlacuiloco

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Camilo (pinche negro)

Éramos cuatro amigos que coincidimos en la Facultad de Medicina por casualidad. Pedro “el norteño” venía de Chihuahua; el gordo Mariano llegó de Cuernavaca; “el cañas”, o sea yo, era del DF y en ese glorioso entonces pesaba menos que mi hermanita; el Camilo venía de Veracruz, sus papás eran cubanos descendientes de congoleños y en un exceso de creatividad le apodamos “el Negro”. No había ánimo racista en ello. Eran apodos inocentes y así nos identificábamos. Cuando encontrábamos al Camilo en la calle lo saludábamos: “hola pinche Negro”, y él invariablemente contestaba: “hola pinches putos”.

El Negro era algo así como el líder de la banda. Era superior en los deportes, bailaba infinitamente mejor que todos, obtenía las calificaciones más altas del salón y tenía un enorme éxito clandestino con las muchachas. Era todo un estereotipo. Las chicas tenían que hacer verdaderos malabarismos con sus prejuicios para comprobar la veracidad de los rumores que corrían sobre el Camilo. O sea, todas querían con él, pero a escondidas.

Recorríamos los bares del centro arriesgando la vida para conocer el México profundo y tirarnos de cabeza a la locura de la noche, hasta que terminamos la carrera y el destino nos ubicó en diferentes lugares.

Después de muchos años, cuando nos volvimos a reunir, el Norteño se había dejado crecer la barba, Mariano había bajado de peso, yo había subido muchos kilos más de los que la decencia aconsejaba y el Negro seguía siendo negro.

Regresó del Brasil acompañado por una mulata de fuego con unas caderas de estruendo montadas en gelatina que nos dejó con la boca abierta. ¡Qué poca madre! Junto a ella nuestras mujercitas parecían lagartijas y se morían del coraje al vernos con la lengua de fuera.

Seguimos frecuentándonos para recuperar el tiempo perdido y una cosa nos llevó a la otra hasta el día siniestro cuando me bajo el switch de la Luz de mis noches. Pero esa es otra historia...

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Te vi llegar como el viento

Te vi llegar como el viento,
impetuosa y violenta,
arrasando montes y valles,
derrumbando las murallas de mi deseo...
y me dejé arrastrar
en el vendaval de hojas secas
de los besos de tu boca,
y me dejé morir
en el desierto de arenas desnudas,
perdido en las dunas de tu cuerpo.


Imagen: Tlacuiloco

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Luz de mi Vida

... y todo para qué, Luz de mi vida, si desde que hablaste con la Luna empezaste a torcerme la boca y a rezongar como enajenada cada vez que te pedía un amoroso rato del necesario solaz y esparcimiento conyugal a que tenía derecho después de sobarme el lomo en el hospital todo el día desde el amanecer hasta que me escapaba para venir a caer rendido de amor en tus brazos y todo para que tu desprecio de hoy, Luz de mis ojos, me ubique en el último eslabón de la cadena alimenticia al ponerme en unas condiciones tan desesperadas que si acaso muero por ti ni las hienas van a aceptar mi carroña y mis pobres huesos se van a calcinar al sol que me quema como tus cuerpo desnudo que me niegas con ese placer insano que te produce mi sufrimiento y desesperación cuando ya de nada me vale, Luz de mis noches, haberte sacado de trabajar en el teibol aquel donde meneabas tu cuerpo cachondo con singular desparpajo y enseñabas con descaro a medio mundo el colorido tatuaje de tu clica bordado en la nalga derecha ante las miradas encendidas de lujuria de mis cuates y hoy mis enemigos jurados desde aquella noche siniestra en que te encontré borracha de felicidad cheleando en la mesa del Negro (pinche negro) que era mi gran carnal desde la universidad y que metía sus manotas enormes entre tus pechos titubeantes y que en mi locura y conmoción ya no supe si era lo único que te había metido y por el coraje ya no pude distinguir, Luz de mis días, si me dolía más tu boca llena de risas o los retortijones en el vacío de mi alma pura que se estrujó como acordeón desafinado ante tanta estulticia que rebasa los límites de lo decoroso cuando ya hasta me duele de manera horrible lo mal que pagaste el afán inútil de haber intentado educarte el oído con los discos inmaculados del mismísimo Frank Zappa para que al menor descuido los quitaras del estéreo y me endilgaras horas y horas de Juan Gabriel a todo volumen sin tomar en cuenta mi reputación de rockero alivianado cuando me mandabas a la calle de la ignominia con la cara roja de la vergüenza para ser señalado con el dedo por propios y extraños al arrastrar por el suelo el prestigio labrado en años y años de pachequez heroica y aún así te puedo perdonar cualquier cosa, Luz de mis cielos, menos que hayas bailado el jarabe tapatío sobre el rostro inmarcesible del buen Frank cagando de mi poster sesentero que había sobrevivido a las furias destructoras de mi padre para caer despedazado en uno tus berrinches monumentales por no sé qué pendejada del mercado de los chiles y las cebollas y que luego más coraje me dio, Luz de mis tardes, al enterarme que les fuiste a contar muerta de la risa tu hazaña a tus amigotas de la clica como la tal Luna que aunque no he tenido el placer de vérselas en vivo y a todo color deben tener las nalgas tan tatuadas como las tuyas que tanto amo y deseo estrujar entre mis manos cansadas de laborar noche y día para tu beneficio y real aprovechamiento olvidando tomar en cuenta que tanta falta de gratitud me hunde en el desconsuelo del amor herido por las espinas del capullo de tu flor ondulante y húmeda que rebosa de recuerdos mis noches solitarias cuando mis manos gratifican la soledad de la enorme cama vacía en dónde mis sueños se llenan de tus olores y del anhelo de devorar tu vida como tú sorbiste mi alma y me mandaste a deambular por la ciudad arrasada junto a una caterva de miserables desalmados que salen por las noches para aullar a la luna...


Imagen: Tlacuiloco

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Incógnita



Yo sé quien eres,
te reconozco en el viento
que baja de la montaña,
en la luz que se filtra
entre los dedos de tus manos,
en la luna que se oculta en tus ojos
y en la oscuridad absoluta de tu nombre.


Imagen: Tlacuiloco

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Un dolor en el inconsciente

Pero déjenme contarles mexicanas y mexicanos que ese día amanecí con el inconsciente adolorido. Pasé una noche tormentosa buscando la Luz de mis ojos y no pegué las pestañas en toda la velada. Un murmullo persistente dentro de la cabeza me repetía una cantinela que no alcanzaba a comprender. Recorrí los callejones oscuros de la ciudad deteniéndome en las encrucijadas para aullar a la luna. Un escalofrío recorría mi espalda cada vez que la voz de mi interior me musitaba la frasecita aquella en un volumen tan bajo que resultaba casi inaudible. A ratos me parecía percibir entre zumbidos lo que parecía ser un grito aterrador del que no podía identificar su origen y sólo sabía que me afectaba tanto que me sentía desfallecer.

A media mañana, cuando regresaba a casa pasé por un puesto callejero de películas piratas y compré una de contenido educativo que se llama “Hoteles de Tlalpan” (no lo hagan ustedes, niños y niñas, porque es delito y se ve muy mal). Llegué a mi casa cansado, con los ojos amarillos y un vacío en el alma. Quise desayunar algo pero el estómago me dio un vuelco con la sola idea de probar bocado. Me fui a la recámara e intenté leer un rato la Jornada que daba la noticia de uno más de los frecuentes dislates del Presidente Fox. Aburrido con lo que ya era una rutina dejé de lado el periódico y puse en el reproductor el disco con la película que había comprado y cuál va siendo mi sorpresa, señoras y señores, al verme grabado en impresionante labor de refocilamiento con la Luz de mis días la misma noche en que la alevanté del teibol aquel. ¡Jesús, María y José! ¡Ya no hay moral!



( Esta parte de la historia tiene fondo musical. La melodía que se escucha es el King/Brubeck Jam con los maestros BB King y Dave Brubeck. Pueden encontrar el soundtrack original en las librerías Gandhi... si andan de suerte. El disco se llama King of Blues y está de rechupete).




Aunque la película se veía bastante mal y no tenía más que una toma directa, era suficiente para recordar la escena y darme cuenta de algunos detalles que pasé por alto esa noche en la urgencia de dar rienda suelta a mi deseo. Recuerdo que eran los tiempos heroicos de la lucha contra el desafuero de López Obrador y en la pantalla alcancé a distinguir lo que parecía ser el moñito tricolor de la resistencia civil en la solapa mi saco.

Me tumbé desnudo en la cama y la Luz de mis ojos me repitió el espectáculo nocturno de despojarse lentamente de la ropa y allí me pude percatar de algo que me pareció una buena puntada en ese momento: llevaba puesta una diminuta tanga tricolor que dejaba al descubierto un tatuaje en la nalga derecha. Cuando se montó sobre mí, sus movimientos ondulantes y sus jadeos no me permitieron prestar atención a los detalles que hubieran podido salvar mi alma. Al momento de lo que parecía el clímax de un orgasmo inminente, con los ojos encendidos y al grito de “¡NO AL DESAFUERO!”, se derrumbó sobre mi cuerpo clavando sus filosos colmillos en mi cuello y me sorbió el alma.

Me sentí desfallecer, mi cuerpo perdió el tono y hundido en un aturdimiento fatal lo atribuí a la venida espectacular que me hizo poner los ojos en blanco mientras la lengua se me pegó con tal fuerza al paladar que estuve a punto de asfixiarme. Quedé deshilachado sobre la cama mientras ella bailaba desnuda, con los brazos abiertos y los senos flotantes, alrededor de la habitación musitando “...Pleased to meet you, hope you get my name...” Apenas en flashazos fugaces alcanzaba a ver por instantes el tatuaje colorido de su hermosa nalga derecha.

Desconcertado y furioso apagué el reproductor y me senté con la confusión creciéndome en las entrañas cuando la voz de mi cabeza se comenzó a volver cada vez más audible y por fin, pude distinguir que musitaba: “Careful With That Axe, Eugene”. ¡Carajo! ¡Por qué no escucho voces en español como todo el mundo!... y un grito desgarrador me congeló la sangre...

Al día siguiente sería la Marcha del Silencio y yo ya había perdido la emoción. La Luz de mis convicciones me levantó temprano y me llevó arrastrando los pies, con la mirada vaga, el pelo revuelto y portando una pancarta que decía:
“Contigo hasta la ignominia. Va mi alma en prenda”.
Ella marchaba orgullosa, rejuvenecida y bella...

Imagen: Tlacuiloco

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Credo


Creo en las noches de la montaña,
en la negra inmensidad de los cielos
y en las constelaciones eternas
que me contemplan impasibles e indiferentes.

Creo en los vientos y en las marejadas
que escriben la historia de mis litorales,
y en el ocaso de las edades y los tiempos
que se ocultan en los calendarios de piedra
de mis antepasados.

Creo en el sol que aparece todas las mañanas
tras las cortinas de mi habitación
y en la luz que me despierta a tu lado.

Creo en tus ojos y en tu boca,
en el calor de tu cuerpo adormecido,
en el reflejo olivaceo de tu mirada
y en el temblor tibio de tu pecho.

Creo en tus pasos y en tus palabras,
en el sonido de tu respiración
y en las voces eternas de la soledad
que me acompaña.

Imagen: Tlacuiloco

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Letanía


Luz de sol, Luz de luna,
Luz de reflejos dorados,
Luz que ilumina los pasos
de mi alma sin fortuna.

Luz completa, Luz de día
Luz que mi cuerpo conoce,
oscuridad de mis noches,
paradoja de mi vida.

Luz de fragancia temprana
Luz de mis ojos cansados,
Luz que adormece mis fados,
Alondra de la mañana.

Luz de mi alma robada,
alma de Luz encendida.
Luz de mi alma perdida,
alma de Luz olvidada.


Imagen: Tlacuiloco

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Celebración

No sé si Luna marchó con nosotros ese día (a duras penas recuerdo que marché yo), pero la Luz de mis desconsuelos se mantuvo muy activa durante la procesión y de buenas a primeras desaparecía y se iba volando sobre nuestras cabezas y recorría la columna de principio a fin para supervisar que todos sus participantes desalmados caminaran en orden, pancarta en ristre, y respetaran las jardineras del Paseo de la Reforma. Llegamos al Zócalo con la lengua de fuera y el corazón en la garganta y todavía tuvimos ánimos para dar la tradicional vuelta con el puño izquierdo en alto y gritando consignas pejelagartas.

Al terminar la marcha nos fuimos a celebrar a la primera cantina que encontramos abierta y entre caldo de caracol panteonero y cerveza negra se nos pasó la tarde. Yo me acercaba insinuante a la Luz de mis calenturas metiendo la mano entre sus piernas y ella se separaba sonriente, coqueta y voluptuosa. Al final convenimos pasar la noche en un hotel de Tlalpan sin sospechar que quedaríamos inmortalizados para la posteridad. (Si se apuran y tienen suerte, en algunos puestos callejeros de Tepis pueden encontrar la evidencia de aquella larga noche de mi mal... Ha tenido mucho éxito).

Llegamos al hotel, ella hermosa e imponente y yo obnubilado por la cerveza y la desalmación. La Luz de mi noche triste hizo los trámites en la administración porque yo no podía articular más de dos palabras juntas y el dependiente me miraba burlón mientras yo, con una sonrisa cómplice, le guiñaba el ojo. Entramos a la habitación y comenzó el show. Ella se acercó a mí y me dio un beso largo y profundo pegando su cuerpo al mío, (nunca he comprendido como puede hacer tantas acrobacias con la lengua). Yo respondía con una risita estúpida y borracha y le acariciaba el cuerpo sobre la ropa.

Como pude, le desabotoné la blusa dejando ver sus hermosos senos enfundados en un espectacular y pequeñísimo brassier tricolor que luché desesperadamente por desabrochar sin éxito. Cuando estaba a punto de rendirme, la Luz de mis dedos temblorosos se separó un poco y arqueándose apenas hacia atrás, llevó sus manos a la espalda y soltó el broche de inmediato (¡Bruja! ¿Cómo le haces?). Sus bellos senos quedaron flotando ante mi mirada perdida y acercando mi boca jugué un rato a endurecer sus pezones con la lengua. Un repentino ataque de risa me impedía concentrarme en lo que estaba haciendo.

Ella se retiró de mí haciendo un mohín de disgusto y comenzó a bailar sugestiva y erótica mientras se iba despojando de la falda y las medias quedando tan sólo en la diminuta tanga tricolor que dejaba ver el tatuaje de la “Soul Suckers Incorporated” en la nalga derecha. Me recosté riendo en la cama para admirar como meneaba la cadera con un ritmo lento y sensual. Sus manos expertas recorrían su cuerpo acariciándolo con suavidad y jugueteando a que se quitaba y a que se dejaba la tanguita. Me miraba sonriendo lúbricamente mientras humedecía sus labios con la lengua... Recargué la cabeza en la almohada y al cerrar los ojos me quedé profundamente dormido.
*
*
Imagen: Tlacuiloco

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Cuelga tú primero...

“¡Eres un idiota!” –me gritó furiosa la Luz de mis vergüenzas al día siguiente por teléfono- “Allí estoy yo de tu pendeja, tratando de revivir muertos y bailando el cuchi-cuchi para que el señorito se acueste a dormir en el día más importante de la historia moderna... ¿Qué no te diste cuenta de la trascendencia de nuestra celebración? ¡Logramos reunir un millón doscientos mil desalmados marchando en silencio a favor de Andrés Manuel!... ¡En silencio!... Tú no sabes lo difícil que es mantener juntos a una runfla de izquierdosos irredentos sin que empiecen a gritar consignas y a morderse unos a otros... ¡Y lo conseguimos!... ¿Sabes lo que nos costó? ¿Sabes lo que nos tardamos?... “La Soul Suckers Incorporated” es una empresa seria, certificada en ISO 9000 y con reconocimientos en todo el inframundo, oyes. ¡Fue un triunfo!... ¿Me escuchas?... ¡Un éxito!... Y yo merecía celebrar eso con un hombre de verdad... y nada... que me pasé de babosa y entre decenas de miles de desalmados que marcharon formaditos y en perfecto orden, yo tuve que escoger al único idiota que se la pasa riendo y se queda dormido en el acto... Ya me lo decía mi mamá: “Hija mía, el hombre blanco y barbado no es Dios... te ofrece muchos regalos y al final son puros palos”... Pero tú ni eso... ¿Bueno?... ¿Todavía estás allí?... ¡No me vayas a colgar porque no te la acabas!... Sí, ya sé que te duele la cabeza, pero yo tengo una reputación que cuidar, tarado. ¿Qué no sabes?... ¡Qué van a decir mis colegas!... Y con lo intrigosas que son la Luna y sus cuatas... ¡No me la voy a acabar!... Se van a burlar de mí como se burló el imbecil del hotel cuando salí sola a media noche y se me quedó viendo con su estúpida sonrisa de “yasetesebóchiquitita”... ¡Qué humillación, Dios mío, que humillación!... Eso me pasa por pendeja... pero te lo juro chiquitito que esto se te acaba... ¿Y todavía te atreves a decirme que no te grite?... ¿Que te duele la cabeza?... ¡Por mí arráncatela! Yo no estoy para esas mamadas... ¡Y me vale madres que hayas pasado una noche de perros soñando pesadillas! Porque... ay, no me digas... ¿eso soñaste?... ¿de veras?... No, pues si que estuvo feo... de haber sabido... ay, pobrecito... creo que exageré la dosis contigo... pero ya no llore, sea machito... aquí está la Luz de su mal dormir que lo va a consolar... si quieres paso por ti y nos vamos a comer pancita... allá por la Buenos Aires se pone una amiga mía que vende un menudo picosísimo y cuasi esotérico que lo cura todo... Sin miedo nene, que vas conmigo... Bueno, nos vemos al ratito, ¿sale?... Noooo, cuelga tú primero... bueno, chao, y a las tres colgamos... uno... dos... clic.


Imagen: Tlacuiloco

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Invisible



Si te busco en los árboles
y no te encuentro
¿habrás desaparecido de veras?
*
Y si entre las hojas del arbusto
no aparece tu imagen
¿habrás desaparecido de veras?
*
Si te volviste invisible
yo sé que aparecerás.
*
*
Imagen: Tlacuiloco

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Sombras


...y al llegar la noche se transformaba y viajaba por los aires hasta la isleta del lago para perderse entre la vegetación acechando a los amantes furtivos que se acariciban febriles en las riveras, y se deslizaba volando bajo, imperceptible, en silencio mortal hasta situarse tras ellos, y se colgaba de la rama de un ahuehuete centenario, bocabajo, alimentándose de gemidos y jadeos, de caricias bajo la ropa, de besos furtivos... hasta sentir que su cuerpo se humedecía y el ambiente se llenaba del aroma amargo del almizcle milenario. Sus ojos amarillos destellaban en la oscuridad como luciérnagas volubles, llenas de fuego y deseo... llenas amor y de miedo...


Imagen: Tlacuiloco

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Romance de la Luz y la Luna













Luz que se filtra a lo lejos

entre la fresca enramada
que se yergue majestuosa
en el patio de mi casa.
Luna que cubre los cielos
con feroces marejadas
de reflejos inquietantes
sobre la oscura montaña.
Luz de pálidos fulgores
que me han robado la calma,
ríos de luna que corren
por las espigas doradas,
olas de viento y de luna,
cabelleras nacaradas
de los trigales que mecen
los vientos de la cañada.

“Ay Luna de mi fortuna
que te llevaste mi alma,
cuando bajarás del cielo,
al umbral de mi ventana.”
“Nunca, desdichado amigo,
nunca en esta vida amarga
que haz de vivir muriendo
con un nudo en la garganta.”

“Ay Luz de mis ojos tristes
que te llevaste mi alma,
cuando volveré a verte
en la orilla de mi cama.”
“Nunca, desdichado amigo,
nunca en esta vida amarga
que haz de vivir muriendo
con un nudo en la garganta.”

Vago el camino sin rumbo,
perdida toda esperanza,
busco en la tierra una grieta
donde fijar mi morada;
vago perdido en el monte
verde de puro esmeralda,
vago el camino sin rumbo,
sin luna, sin luz, sin alma.


Imagen: Tlacuiloco

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De Naufragios




















Estoy perdido en el mar...
el inmenso mar que ruge a mis espaldas,
que destruye mis navíos con furia embravecida
rompiendo mis velas henchidas de muerte,
elevando mi embarcación ante los abismos infinitos
de aguas agitadas por vientos terminales,
maremotos de soledad envejecida.

Estoy perdido en el mar...
el inmenso mar que arrastra mis redes rotas
hasta los acantilados remotos
donde habitan criaturas extrañas
que danzan entre los despojos y emergen presurosas
desde las profundidades heladas y oscuras
para participar en el festín de las piltrafas
inmersas en sus aguas turbulentas.

Estoy perdido en el mar...
el inmenso mar que lava mis heridas,
que alivia mis brazos cansados,
que me transporta en las crestas de sus olas violentas
y me arroja en las playas inaccesibles de mundos incógnitos
llenos de sombras atemorizantes
que me rodean y me palpan.


Imagen: Tlacuiloco

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Desahuciado



Ayer reencontré mi vida toda
vagando en el lecho moribundo
de un río de recuerdos extraviados,
volátiles, eternos, suspendidos
entre la vida misma y la muerte.
Qué fácil es tener la fe perdida.

Y dando ya mi lucha por perdida,
fue inútil pretender así que toda
la brega de mi ente moribundo
hallase los esfuerzos extraviados,
y plena de alientos suspendidos
burlara los confines de la muerte.

Y al ver la cercanía de mi muerte,
teniendo la esperanza ya perdida,
lloré mi soledad, mi ansia toda,
mi íntimo despecho moribundo.
Los últimos deseos extraviados
resumen mis anhelos suspendidos.

Y así pasó el momento. Suspendidos
mis postreros ocasos por la muerte,
dejé de respirar, porque perdida
la confianza en mi fuerza, llegó toda
la ríspida inquietud del moribundo
de fríos estertores extraviados.

Los breves, fraternales, extraviados
instantes de arrebatos suspendidos
no alejan los dominios de la muerte
y muero de aflicción pues ya perdida
la gracia que bendice y brinda toda
la ruina de mi cuerpo moribundo,

suspiro en mi lecho, moribundo.
Empeño mis recuerdos extraviados,
y atado a mis afanes suspendidos
pretendo esconderme de la muerte,
pretendo rescatar la fe perdida,
pretendo revivir mi vida toda.

Suspendidos mis versos extraviados,
mi canto moribundo y mi muerte,
perdida ya está mi alma toda.

*
*
Imagen: Tlacuiloco

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Inevitable

... ¿y si todo fuera falso... un sueño inevitable en el que mi muerte es más real que el peso de este cuerpo suspendido en la oscuridad de tu mente... una idea inevitable sobre el sigificado de este olor en el viento, acre y espantoso por desconocido, que corroe mis tinieblas... un sentimiento inevitable de estar en alguna parte y no saber qué está sucediento más allá del ámbito cerrado de mi soledad... una historia inevitable implantada en mi mente por el aliento de tus besos, por la premura del amor desesperado de una noche lluviosa en un lugar desconocido, atado a tu cuerpo inevitable que me somete y me aterra con una sensación de calosfrío que recorre mi piel hasta la punta de mi alma desolada... una intensificación inevitable de las emociones que me atora en el tiempo y me impide avanzar en los pensamientos habituales de la conciencia... la repetición inevitable de una escena conocida que ya ha ocurrido cientos de veces en mi vida y que se recrea una y otra vez dándome la sensación de haber vivido mi muerte una y otra vez... de estar besando tu cuerpo etereo una y otra vez... metiéndome en tu sexo humedecido por la saliva de mi boca una y otra vez... probando el sabor ácido y caliente de tu amor enfebrecido una y otra vez?...
*
*

¿y si nada de esto fuera cierto y mi vida es sólo un pensamiento en la mente de alguna entidad desconocida que se divierte inventando historias para que yo, personaje de sus cuentos, las viva con intensidad atormentada como pesadillas estremecedoras que agitan un corazón que no existe... en un tiempo que no existe... en un universo vacío?...

¿y si todo es una mentira inventada por mi mente enferma que me somete a realidades distintas cada vez que despierto y me encuentro con un nombre diferente, una razón diferente para estar aquí con una personalidad desconocida de tan familiar y que me impulsa a vivir historias inevitables de amor y terror, de sexo alucinado entre las piernas de un fantasma?...

¿y si todo es real... qué voy a hacer?



+
Imágenes: Tlacuiloco

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Luna sin Luz




















A veces ya no sé ni qué hacer
por desembarazarme a tiempo de esta
maldita soledad llena de culpa
que causa mi delirio y que me hunde
al fondo de la vida con el negro
presagio obstinado de la muerte.

A veces he creido que la muerte
sería preferible a la culpa
de seguir vivo, atado a esta
estúpida nostalgia que me hunde.
No puedo ni pensar en qué hacer
para alejar de mí el sino negro.

A veces el futuro es tan negro
que siento que el destino se me hunde
en vorágines insaciables con esta
añoranza caprichosa de muerte
repentina, oscura, para hacer
más corto el suplicio de la culpa.

A veces me parece que la culpa
es mía, sólo mía, y la muerte
sería un refugio ante el negro
camino que se cierra y que se hunde
ante mis ojos. Cómo le voy a hacer
para zafarme a tiempo de ésta.

A veces siento que voy sólo en esta
terrible confusión, en este negro
batallar que me consume. La muerte,
presencia ominosa de la culpa,
me ronda y me acompaña para hacer
más lúgubre el silencio que me hunde.

A veces el desprecio que me hunde
anula mis esfuerzos ante el negro
propósito de ver aquí la muerte,
sentada a mi lado ante esta
herida complicada por la culpa,
... a veces ya no sé ni qué hacer.

¿Y cómo hacer para arrancarme esta
culpa que me arrastra y que me hunde
en el negro abismo de la muerte?

Imagen: Tlacuiloco

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Ritual


Ritual
(Obra en un Acto)

Silencio Total.

El escenario vacío, iluminado por una luz blanca, cenital, que evita las sombras incómodas. En el centro, sobre una pequeña tabla de madera oscura, descansa un elegante lienzo de seda negra doblado en ocho vueltas. Sin más escenografía, las paredes desnudas, blancas y opacas, crean un ambiente de austeridad desoladora.


El público colma la sala en completo silencio. Sólo el susurro de la respiración repetida mil veces es capaz de perturbar la tensión reverente del teatro. Se escucha el tañido sordo de una campana, grave y rítmico, que acompasa lentamente la entrada del actor que se desliza descalzo desde la izquierda hacia el centro del escenario con la mirada fija al frente en un punto indefinido.

Sin expresión en el rostro, su cuerpo atlético y delgado, cubierto apenas por una pequeña bata blanca, imprime severidad al acto.
Camina con lentitud hasta el centro del escenario con movimientos parsimoniosos y firmes y se detiene detrás del lienzo de seda. Cesan las campanadas.

Se arrodilla y se inclina ligeramente hacia el frente apoyando las manos sobre las piernas y se queda estático durante unos minutos. Su respiración profunda y acompasada lo sumerge en un estado inescrutable de abstracción abismal. Sus ojos inmóviles apenas parpadean. Su rostro severo, aperlado por un sudor ligero, se mantiene asentado en la nada.
Se inclina hacia el lienzo de seda negra y lo toma con ambas manos. El público inicia un murmullo gutural, persistente y monótono que se mantendrá estacionario creando un ambiente tenso de opresión casi religiosa.

El actor, siguiendo un ritual milenario, desenvuelve el lienzo de seda negra deshaciendo sus vueltas al pasarlo de una mano a la otra con elegancia. En la última vuelta deja al descubierto la fina hoja de acero brillante de una daga con mango de madera laqueada en color negro. Deposita el lienzo abierto con la daga sobre la pequeña tabla de madera oscura y se inclina en una reverencia profunda.
Se yergue y desanuda la pequeña bata que lo cubre quedando casi desnudo con apenas un pequeño taparrabos cubriendo sus genitales. Se inclina de nuevo sobre la daga hasta tocarla con la frente. Al enderezarse la toma por la empuñadura con ambas manos y coloca la punta fina y afilada sobre su ombligo. Se mantiene inmóvil y en tensión durante unos segundos. El murmullo persistente del público mantiene un clima de intensidad extática. Las luces del escenario se apagan quedando encendido solo un reflector cenital que cae directamente sobre el actor inmóvil cubriéndolo con un reflejo mortecino que acentúa la rigidez de su rostro. La escena apenas iluminada remarca un ambiente de misticismo ancestral.

El actor se inclina ligeramente y hunde de manera violenta la daga en su ombligo. El público detiene el murmullo y se mantiene en silencio respetuoso. El actor mueve repetidas veces la daga, hundida hasta la empuñadura en su interior, con movimientos violentos y sin proferir sonido alguno hasta que se derrumba en una agonía lenta y dolorosa con el rostro desencajado en un rictus mortal.

Queda inerte. La sangre se escurre entre las duelas del escenario. Sus ojos vidriosos permanecen fijos en un punto eterno. La escena se mantiene unos minutos más antes de apagarse la única luz que la ilumina. Una campanada solitaria queda resonando en la sala.


El público abandona el teatro a oscuras, en completo silencio.
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Imagen: Tlacuiloco

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