lunes, diciembre 05, 2005

Celebración

No sé si Luna marchó con nosotros ese día (a duras penas recuerdo que marché yo), pero la Luz de mis desconsuelos se mantuvo muy activa durante la procesión y de buenas a primeras desaparecía y se iba volando sobre nuestras cabezas y recorría la columna de principio a fin para supervisar que todos sus participantes desalmados caminaran en orden, pancarta en ristre, y respetaran las jardineras del Paseo de la Reforma. Llegamos al Zócalo con la lengua de fuera y el corazón en la garganta y todavía tuvimos ánimos para dar la tradicional vuelta con el puño izquierdo en alto y gritando consignas pejelagartas.

Al terminar la marcha nos fuimos a celebrar a la primera cantina que encontramos abierta y entre caldo de caracol panteonero y cerveza negra se nos pasó la tarde. Yo me acercaba insinuante a la Luz de mis calenturas metiendo la mano entre sus piernas y ella se separaba sonriente, coqueta y voluptuosa. Al final convenimos pasar la noche en un hotel de Tlalpan sin sospechar que quedaríamos inmortalizados para la posteridad. (Si se apuran y tienen suerte, en algunos puestos callejeros de Tepis pueden encontrar la evidencia de aquella larga noche de mi mal... Ha tenido mucho éxito).

Llegamos al hotel, ella hermosa e imponente y yo obnubilado por la cerveza y la desalmación. La Luz de mi noche triste hizo los trámites en la administración porque yo no podía articular más de dos palabras juntas y el dependiente me miraba burlón mientras yo, con una sonrisa cómplice, le guiñaba el ojo. Entramos a la habitación y comenzó el show. Ella se acercó a mí y me dio un beso largo y profundo pegando su cuerpo al mío, (nunca he comprendido como puede hacer tantas acrobacias con la lengua). Yo respondía con una risita estúpida y borracha y le acariciaba el cuerpo sobre la ropa.

Como pude, le desabotoné la blusa dejando ver sus hermosos senos enfundados en un espectacular y pequeñísimo brassier tricolor que luché desesperadamente por desabrochar sin éxito. Cuando estaba a punto de rendirme, la Luz de mis dedos temblorosos se separó un poco y arqueándose apenas hacia atrás, llevó sus manos a la espalda y soltó el broche de inmediato (¡Bruja! ¿Cómo le haces?). Sus bellos senos quedaron flotando ante mi mirada perdida y acercando mi boca jugué un rato a endurecer sus pezones con la lengua. Un repentino ataque de risa me impedía concentrarme en lo que estaba haciendo.

Ella se retiró de mí haciendo un mohín de disgusto y comenzó a bailar sugestiva y erótica mientras se iba despojando de la falda y las medias quedando tan sólo en la diminuta tanga tricolor que dejaba ver el tatuaje de la “Soul Suckers Incorporated” en la nalga derecha. Me recosté riendo en la cama para admirar como meneaba la cadera con un ritmo lento y sensual. Sus manos expertas recorrían su cuerpo acariciándolo con suavidad y jugueteando a que se quitaba y a que se dejaba la tanguita. Me miraba sonriendo lúbricamente mientras humedecía sus labios con la lengua... Recargué la cabeza en la almohada y al cerrar los ojos me quedé profundamente dormido.
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Imagen: Tlacuiloco

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